martes, 30 de marzo de 2010

Dejarlo para después puede costarnos caro

Las ideas de democracia, justicia social y progreso, atesoran dimensiones superiores como parte de las actuales transformaciones del mundo, no obstante, cuanto más evidente es el salto cualitativo de la humanidad hacia lo nuevo, más obstinada es la resistencia del pasado violento, para mantener encadenados a los pueblos a viejos estándares.

En esos aspectos pienso cuando suceden, con alguna frecuencia (principalmente los fines de semana) hechos que me resultan preocupantes, sobre todo entre la juventud, incluso en las propios centros estudiantiles.

Se trata de agresiones verbales y físicas, sin recato alguno y sin que nadie intervenga de alguna forma, ni siquiera las instituciones creadas para el enfrentamiento.

Las actitudes agresivas tienen incidencia en todos los países, independientemente de su cultura, religión o estado económico, y entre los múltiples factores que favorecen su desarrollo están la pobreza, el desempleo, la marginación, el analfabetismo, la insuficiencia—médico-sanitaria, la industrialización de las armas, urbanización no planificada y los problemas de salud y educación.

En Cuba, a pesar de cuantiosos avances, fundamentalmente en la salud y la educación, superviven manifestaciones de la cultura sexista, a la cual se añade la crisis económica del país, agravada por el bloqueo de Estados Unidos.

Las mujeres y los niños son más proclives a ser víctimas de atropellos, entre otras causas, por la distribución desigual del poder dentro de la familia y la comunidad; las creencias de que las féminas deben ser dependientes del cónyuge, a pesar de ganar dinero, y la falta de acción colectiva, de testigos, amigos y vecinos para prevenir o frenar el maltrato.

La violencia es contraria a los valores y prácticas de una ética de convivencia en la diferencia y el respeto hacia el otro, atenta contra el derecho de la vida y la integridad.

Muchos piensan que la violencia sólo ocurre cuando una persona es golpeada o necesita cuidado médico, pero también se consideran como tal las amenazas, los insultos, la intimidación, los desprecios, reproches y silencios prolongados.

En nuestra provincia hay factores que propician una mayor ocurrencia de hechos de violencia, como la alta cifra de consumo de bebidas alcohólicas.

La FMC, la Casa de Orientación a la Mujer y la Familia, la Comisión de Atención y Prevención Social y Salud Pública tienen estudios y acciones dirigidas a transformar esas estadísticas, pero los resultados son aún insuficientes.

Es evidente que falta un trabajo más sistemático y profundo en la comunidad, exento de formalismos, tabúes, temores, en el cual las organizaciones de masas y específicamente la Federación de Mujeres Cubanas con un papel preponderante, lleguen a la problemática de cada hogar, y sin inmiscuirse en sus interioridades, sugiera posibles soluciones.

Las Casas de Orientación a la Mujer y la Familia son un espacio inigualable e insustituible para informar, apoyar, orientar…, y no siempre son utilizadas por quienes tienen problemas relacionados con la violencia, o quizás estas instituciones no ramifican su labor a la comunidad en la medida que pudieran hacerlo, principalmente en los municipios, y en áreas donde prima el bajo nivel cultural de la población y las féminas amas de casa.

Los mecanismos para consolidar la educación y fomentar las buenas conductas, están creados, solo debemos ponerlos a funcionar para desterrar finalmente la violencia de nuestra sociedad.