sábado, 31 de julio de 2010

Se consigue más con una gota de miel que con un barril de hiel

Para muchos, cumplir años de edad por encima de los 40, nos hace menos comprensivos, más severos y más rigurosos con los jóvenes, pero a mi juicio, eso no es tanto así, porque el irrespeto no merece comprensión.
Resulta común escuchar a algunos jóvenes que de forma confianzuda y hasta irrespetuosa se dirigen a personas mayores bajo el apelativo de tío, mayor o asere. O también muestran falta de cortesía al no cederles el paso o ayudarlos a cruzar la calle.
Con el tiempo, tal parece que el concepto de urbanidad se ha ido perdiendo. Si buscamos su definición nos encontramos con que constituye una serie de pautas de comportamiento que se deben cumplir y acatar para lograr una mejor relación con quienes convivimos y nos relacionamos.
Saber que es mejor caminar por nuestra derecha, que las cosas se piden por favor, que se da las gracias por casi todo y otros muchos pequeños detalles, hacen que nuestra vida sea más agradable.
Es preciso gozar de un buen tacto social, ya que nos puede ayudar en multitud de situaciones, tanto sencillas como más complejas. Desenvolverse en los distintos ámbitos sociales es posible si ponemos empeño en lograrlo.
Una vez adquiridos esos hábitos, harán que nos sintamos más seguros de nosotros mismos y conformes con nuestra personalidad, al darnos cuenta de que nuestra persona despierta en los demás, confianza, simpatía y aprecio.
Muchos de los principios de urbanidad se han transmitido por medio de tradición oral familiar, desde que los humanos se agruparon para convivir en sociedad.
Ante situaciones incómodas o poco agradables las personas deben tratar de mantener la compostura, al igual que en situaciones que no sean de su agrado. Nada de malas caras o gestos de desaprobación. Dice un refrán popular: "Se consigue más que con una gota de miel que con un barril de hiel".
Resumiendo, la buena educación es universal, y el comportamiento adecuado de un individuo en todos los ámbitos y en cualquier situación dan una perfecta definición de como es la persona con la que estamos tratando.
El irrespeto no merece comprensión


Para muchos, cumplir años de edad por encima de los 40, nos hace menos comprensivos, más severos y más rigurosos con los jóvenes, pero a mi juicio, eso no es tanto así, porque el irrespeto no merece comprensión.
Resulta común escuchar a algunos jóvenes que de forma confianzuda y hasta irrespetuosa se dirigen a personas mayores bajo el apelativo de tío, mayor o asere. O también muestran falta de cortesía al no cederles el paso o ayudarlos a cruzar la calle.
Con el tiempo, tal parece que el concepto de urbanidad se ha ido perdiendo. Si buscamos su definición nos encontramos con que constituye una serie de pautas de comportamiento que se deben cumplir y acatar para lograr una mejor relación con quienes convivimos y nos relacionamos.
Saber que es mejor caminar por nuestra derecha, que las cosas se piden por favor, que se da las gracias por casi todo y otros muchos pequeños detalles, hacen que nuestra vida sea más agradable.
Es preciso gozar de un buen tacto social, ya que nos puede ayudar en multitud de situaciones, tanto sencillas como más complejas. Desenvolverse en los distintos ámbitos sociales es posible si ponemos empeño en lograrlo.
Una vez adquiridos esos hábitos, harán que nos sintamos más seguros de nosotros mismos y conformes con nuestra personalidad, al darnos cuenta de que nuestra persona despierta en los demás, confianza, simpatía y aprecio.
Muchos de los principios de urbanidad se han transmitido por medio de tradición oral familiar, desde que los humanos se agruparon para convivir en sociedad.
Ante situaciones incómodas o poco agradables las personas deben tratar de mantener la compostura, al igual que en situaciones que no sean de su agrado. Nada de malas caras o gestos de desaprobación. Dice un refrán popular: "Se consigue más que con una gota de miel que con un barril de hiel".
Resumiendo, la buena educación es universal, y el comportamiento adecuado de un individuo en todos los ámbitos y en cualquier situación dan una perfecta definición de como es la persona con la que estamos tratando.

sábado, 10 de julio de 2010

La oportunidad de Aurora

Armando Núñez Tornés cuidó sus ojos cuanto pudo y recibió esmerada atención en su querido Media Luna, municipio de la suroriental provincia cubana de Granma, antes de morir ciego casi 20 años atrás, entonces no fue posible hacer más, se vio privado del importante sentido de la vista, que aqueja a 45 millones de personas en el mundo.

Hoy la realidad es otra, Granma fue parte de una campaña de contenido social y humanitario iniciada el 30 de noviembre de 2007 en Río Cauto, que no distinguió condición social, edad ni raza de los pacientes: la Operación Milagro, iniciativa de Cuba apoyada por Venezuela para preservar y devolver la visión a no menos de seis millones de enfermos latinoamericanos y caribeños sin recursos económicos.

Participaron en materializar el empeño 165 instituciones nacionales entre hospitales, hoteles y educacionales, y se dispone de una red de 49 centros asistenciales en la nación y 82 posiciones quirúrgicas en 14 países de América Latina y el Caribe.

Los resultados pueden palparse, sobre todo en el estado anímico de quienes tuvieron la esperanza, al ser pesquisados, de un cambio en su vida, pues se les ha devuelto o mejorado la visión a ciudadanos de 31 países, la mayoría personas muy humildes, condenadas a morir ciegas y sin atención médica; más de un millón de pacientes atendidos a través de la Operación Milagro.

Las bondades del Sistema de Salud cubano llegan una vez más hasta el lomerío, y ya la Operación Milagro, como había sido previsto, se insertó en el montañoso municipio de Bartolomé Masó, con más de dos mil 50 mayores de cinco años con afecciones de catarata y pterigium (carnosidad) evaluadas y una cantidad superior a los 345 operados en los hospitales de Minas de Frío, el “Pérez Balí” del Caney de Las Mercedes y el “Celia Sánchez”, de Manzanillo.

El proyecto aportó también actualización médica al personal de Salud del territorio, y lo dispuso para asumir otros empeños de similar alcance, planificados en beneficio de sus comunidades.

Armando no coincidió en el tiempo con esta campaña; pero muchos de sus coterráneos sí, y aventajan a los cinco millones de niños, jóvenes y adultos que necesitan operaciones oftalmológicas diversas en América Latina y al medio millón del Caribe, carentes de recursos y de posibilidad alguna para hacerlo.

Por estas razones resulta común escuchar frases como la expresada por Aurora, una residente en las entrañas de la Sierra Maestra, poco más allá de Victorino: “Ahora sí llegó mi oportunidad”.