jueves, 20 de mayo de 2010

Los coches aún adornan el entorno bayamés

Por estos tiempos de carencias económicas, no así afectivas, a los cubanos nos nació y se nos desarrolló ese instinto de conservación innato en los seres humanos, para buscar y poner en práctica alternativas.

Solo así, inspirados en el ejemplo imperecedero de nuestros ancestros, hemos podido hacer frente a tan duros momentos como consecuencia del infame bloqueo económico impuesto por el imperialismo norteamericano hace cinco décadas.

Como un ejemplo de lo afirmado están los coches, esos vehículos de tracción animal que se adueñan hoy de las calles de Bayamo y constituyen el transporte por excelencia para ir al trabajo, pasear, y …

Ayer me serví de uno para llegar hasta el centro urbano de la ciudad, y por momentos, me sentí transportada a siglos anteriores, cuando

como amigo de las noches bohemias y las serenatas a la luz de los faroles, los coches adornaban el entorno bayamés.

Puede afirmarse que los coches son de Bayamo como un sorbo de aire curativo, porque según la historia el primero de ellos llegó aquí procedente de París a inicios del siglo XX, era un carruaje tirado por un caballo, con capacidad para tres personas, liviano y de plegable capota.

Antes de aquel ya habían andado sus calles de adoquín algunas volantas conducidas por caleseros, es decir, esclavos negros. Algunos años después un bayamés de apellido Tornés Miniet trajo a la villa el segundo carruaje, con una caja cerrada y que durante algún tiempo sirvió para el traslado de pasajeros desde aquí hasta Manzanillo, la segunda ciudad en importancia del territorio granmense.

Los coches impusieron su presencia incluso cuando en 1904 comenzaron a utilizarse los autos en el territorio, y se mantuvieron también cuando nació a finales de la década del 30 o principios del 40 el servicio de ómnibus, como enlace entre los pueblos cercanos. Cuando llegó el transporte urbano, los coches continuaron defendiendo su existencia.

Los coches están enlazados a Bayamo sólidamente, no sólo por esa necesaria cuestión práctica de transportación, pues están entretejidos a su cultura, y al alma de sus habitantes, que cotidianamente nutren de ellos su espiritualidad.

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